El pasado 3 de abril de 2021, tuve el honor de recibir del compositor ruso Vladislav Soyfer la partitura de sus Siete Haikus para orquesta, con el propósito de que fueran estrenados con la OSUCR, la orquesta profesional de la Universidad de Costa Rica, de la cual tengo el privilegio de ser el director artístico. El estreno de esta grandiosa obra el viernes 5 de abril pasado tuvo un profundo significado emocional y espiritual para mí, dado que Soyfer fue maestro de mi hijo Marco. Además, en julio del mismo año en que compartió la partitura conmigo, Soyfer partió hacia la eternidad, sin tener la oportunidad de escuchar su música en vivo.
La pregunta que persiste en mi mente es si estos Haikus eran su forma de despedida, ya que en la tradición japonesa es común escribir un Haiku como carta de despedida antes de morir. Soyfer pasó sus últimos años en Costa Rica junto a su hija Varvara, llevando a cabo una labor educativa excepcional y manteniendo el legado de la segunda escuela de Viena que heredó de su maestro Philip Hersckowitz, quien a su vez estudió con los compositores Alban Berg y Anton Webern.
El programa de esa noche también incluyó «D’un matin de Printemps», una pieza llena de color y frescura armónica de la compositora francesa Lili Boulanger, y para cerrar la noche, la icónica Sinfonía No. 9 de Antonin Dvorak, conocida como la «Sinfonía del Nuevo Mundo».
Fue una noche maravillosa, con la sala completamente llena y personas que no pudieron entrar debido a la falta de espacio. El concierto se repitió al día siguiente en la hermosa comunidad de San Joaquín de Flores en Heredia, con otro lleno total. Sin embargo, lo más importante fue la cálida acogida del público a estos primeros conciertos de la temporada 2024.